Por Mauricio Ortega
Para asomarse a la ventana debió cerrar primero los ojos. La verdad nunca creyó obligarse a olvidar para hacer un breve esfuerzo y comprender, porque su ángel ya solía cubrirle el rostro de acuerdo a cada imagen.
Muy poco le faltó para habituarse a los destellos del cuadro interno: líneas transversales apuntando su mirada, ahora ya perdida o como fundida entre los aces que su mente creía detallar. A pesar del sedante, la muy profunda persistencia anidaba una idea todavía viva, aunque agonizante.
“¡Corre, corre! ¡Grita, Grita!”
Mucho se había ocultado y ya no pudo acceder a esa transición que siempre desdeñó según por inocua. Ignorar convenientemente recubrió su alma de comodidades falaces y sólo llantos de aire.
Al regresar y enterarse con esos ojos ya habituados a la oscuridad, su semblante reflejó un tenue deseo de continuar con aquel afanoso capricho convertido en vida, aunque apuntó que dicho atrevimiento nunca estuvo dentro de sus planes.
Callado otra vez, retrocedió y corrió la cortina.
5 comentarios:
Así pasa en ocasiones, queremos ver la luz, pero seguimos poniéndonos filtros mas o menos gruesos para evitarlo…
Mejor no ver nada si lo que vemos no nos gusta.
Saludos.
¿Hay sangre nueva en el blog?.
¿Es posible que se sienta menos vulnerable entre las penumbras?
Podría ser, me parece.
Saludos
Me recuerda un poco a lo que yo era hace muchos años... que hoy me parece no sólo lejano si no imposible pero que en su momento fue real y de todos los días
como comenta Marichuy, creo que es una cuestión de protección, de identificarse con el silencio y no con el orden impuesto de las cosas.
Me gusta tu estilo tocayo, gracias por participar con nosotros, esperamos verte de vuelta.
Un abrazo
Gracias a ti, y a todos los que participan. Ha sido un placer. Estaré por aquí.
Un abrazo!
M.Ortega...
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