Por Canalla
Ilustración tomada del blog del magnífico ilustrador Mouronte
Cuando Pablo cerró la puerta tras de sí tenía el futuro asegurado: acababa de matar al tío y volvía a casa a esperar la noticia, recibir condolencias y disponer el servicio funerario; aguardaría a la lectura del testamento y tomaría posesión de la herencia; el crimen rindió sus frutos al mes de cometido: el pariente le dejó todo, menos una pequeña pensión para la joven que conoció en la oficina del notario.
Exploró sus rasgos hasta concluir que esa muchacha de veintitrés, procedente de Puebla, no podía ser hija del finado: eran distintos y sin correspondencia tampoco con los de sus amigas en aquélla ciudad; más lógico suponer que había sido su amante o concebida por alguna de ellas con otro hombre aunque, como fuera, le sonrió, y pensó lo bien guardada que la tuvo ese viejo granuja.
Juzgó impropio dejarla a su suerte en el hotel y ofreció hospedarla hasta que, resuelto lo conducente con el banco, cobrara el primer cheque y pudiera regresar: ella aceptó y, con algo de timidez y su única maleta en una mano afuera de la notaría, subió al auto ajena a su aparente aflicción, que mantuvo aún luego de escuchar lo relativo a la suma que cada mes recibiría.
Al otro día recorrieron la casona de su tío y, aunque fue evidente para Pablo que Ana ya la conocía, al verla pisar las duelas y abrir las puertas con seguridad sólo pudo centrar la atención en su silueta, que adivinó apetecible debajo del vestido cuya semitransparencia delataba la luz solar, sin premeditar el momento en que, abrazados, la tiró sobre la cama de caoba acariciando sus muslos y besando sus pechos antes de desnudarse.
Tres horas después Ana le acercó un cigarro encendido a la boca, y él seguía sin creer su buena suerte. Había heredado esa mansión cuya venta acrecentaría el monto de la cuenta de inversión, y reposaba junto a la mujer con mayor capacidad de procurar un buen sexo que conociera, con la ventaja adicional de no sentir pesada la carga de la manutención si la conservaba.
Los meses siguientes los dedicaron a la buena vida, sus sesiones amatorias in crescendo. La fortuna les permitió desatar completa su avidez, Pablo por comida y vinos gourmet y Ana por vestidos y perfumes de marca y follar a diario. Con tal religiosidad que primero lo fascinó y al correr el tiempo empezó a preocuparlo pues, no bien repuesto del anterior coito, la tenía encima otra vez exigiendo más.
Al despertar un día, no reconoció en el espejo su propio cuerpo, con varios kilos menos; lo aterró la rapidez con que el goce del candente pasatiempo de Ana, por más placentero que había sido, acabó en una aburrida y mecánica repetición por ser tan insaciable como enfermizo e imposible de atender, sin ayuda de varios hombres, si pretendía disfrutar los beneficios de convertirse en asesino.
Por primera vez sintió pena sincera por el tío, cuya muerte a causa del veneno vertido en su café no lo atormentaba. Comprendió el aparente despilfarro en la paga del jardinero y el chofer que ocupaban su casa. Habitada por ellos, justificaba mejor su dimensión, para un sujeto maduro y solitario y sus pocas pero, al parecer, voraces visitas provincianas; si intentaba emularlo, sin embargo, podía acabar también muerto.
¡Que fuera con esos tipos que, ahora que lo recordaba mejor, también eran poblanos. Ya podía irse tras ellos y cogérselos a todos, la puta maldita! Tan pronto la sintió levantarse volteó a verla resuelto: ese mediodía ordenó la creación del fondo triplicando el monto a condición de que, a más tardar esa misma tarde, se largara, y cuando Ana cerró la puerta tras de sí tenía el futuro asegurado.
-oooOooo-
Exploró sus rasgos hasta concluir que esa muchacha de veintitrés, procedente de Puebla, no podía ser hija del finado: eran distintos y sin correspondencia tampoco con los de sus amigas en aquélla ciudad; más lógico suponer que había sido su amante o concebida por alguna de ellas con otro hombre aunque, como fuera, le sonrió, y pensó lo bien guardada que la tuvo ese viejo granuja.
Juzgó impropio dejarla a su suerte en el hotel y ofreció hospedarla hasta que, resuelto lo conducente con el banco, cobrara el primer cheque y pudiera regresar: ella aceptó y, con algo de timidez y su única maleta en una mano afuera de la notaría, subió al auto ajena a su aparente aflicción, que mantuvo aún luego de escuchar lo relativo a la suma que cada mes recibiría.
Al otro día recorrieron la casona de su tío y, aunque fue evidente para Pablo que Ana ya la conocía, al verla pisar las duelas y abrir las puertas con seguridad sólo pudo centrar la atención en su silueta, que adivinó apetecible debajo del vestido cuya semitransparencia delataba la luz solar, sin premeditar el momento en que, abrazados, la tiró sobre la cama de caoba acariciando sus muslos y besando sus pechos antes de desnudarse.
Tres horas después Ana le acercó un cigarro encendido a la boca, y él seguía sin creer su buena suerte. Había heredado esa mansión cuya venta acrecentaría el monto de la cuenta de inversión, y reposaba junto a la mujer con mayor capacidad de procurar un buen sexo que conociera, con la ventaja adicional de no sentir pesada la carga de la manutención si la conservaba.
Los meses siguientes los dedicaron a la buena vida, sus sesiones amatorias in crescendo. La fortuna les permitió desatar completa su avidez, Pablo por comida y vinos gourmet y Ana por vestidos y perfumes de marca y follar a diario. Con tal religiosidad que primero lo fascinó y al correr el tiempo empezó a preocuparlo pues, no bien repuesto del anterior coito, la tenía encima otra vez exigiendo más.
Al despertar un día, no reconoció en el espejo su propio cuerpo, con varios kilos menos; lo aterró la rapidez con que el goce del candente pasatiempo de Ana, por más placentero que había sido, acabó en una aburrida y mecánica repetición por ser tan insaciable como enfermizo e imposible de atender, sin ayuda de varios hombres, si pretendía disfrutar los beneficios de convertirse en asesino.
Por primera vez sintió pena sincera por el tío, cuya muerte a causa del veneno vertido en su café no lo atormentaba. Comprendió el aparente despilfarro en la paga del jardinero y el chofer que ocupaban su casa. Habitada por ellos, justificaba mejor su dimensión, para un sujeto maduro y solitario y sus pocas pero, al parecer, voraces visitas provincianas; si intentaba emularlo, sin embargo, podía acabar también muerto.
¡Que fuera con esos tipos que, ahora que lo recordaba mejor, también eran poblanos. Ya podía irse tras ellos y cogérselos a todos, la puta maldita! Tan pronto la sintió levantarse volteó a verla resuelto: ese mediodía ordenó la creación del fondo triplicando el monto a condición de que, a más tardar esa misma tarde, se largara, y cuando Ana cerró la puerta tras de sí tenía el futuro asegurado.
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17 comentarios:
Genial!
Uno nunca sabe para quien trabaja.. dice el dicho y dice bien.
En mi experiencia, definitivamente Puebla .. uf que chulo es Puebla!, pero la gente si es de cuidado.
sssaaaabe!
;)
un beso.
se puede adivinar el final desde la mitad del relato, creo yo ke los finales abiertos o inesperados a untima hora le dan el toque de genialidad a un buen relato, por lo demas, una historia que se repite siempre, casi a diario en el mundo, lo de matar por dinero si no esta bien pensada un cuento corto empalaga leerla...
saludos...
Huy Angelópolis...... me conssssta que ahí el diablo se viste de ángel.
.... y me quedé trabada con el resto de mi comen....
Qué canalla me resultaste!!
Mira que sacar a flote esos recuerdillos en plena primavera caray!!
En fin, el tío dejó el anzuelo, el sobrino cayó, y Ana... felizzz y contenta!
Saludos!
Jajá, tampoco es para írsele a la yugular a la "Señorita Insaciable". Cada quien a lo suyo, está claro que no heredó la pensión mensual por sus habilidades en el rezo del rosario. En cuanto a Pablo, pues le salió barato el asesinato... un mes más de relaciones sexuales trepidantes y él, ni veneno en el café habría necesitado para irse de este mundo…
Un beso
Admiro de tu personaje su correcta visión de futuro... más pesada que la ambición o el placer
nada aprecio más que el control y el saber cuando parar... o empezar
aunque en algún momento imaginé el final es justamente el que hubiera querido... un final feliz de carne y hueso es en el que te sales con la tuya aún cediendo algo que quisieras no haber tenido que entregar.
Abrazo
Pablo tenía el futuro asegurado; Ana igual. El lector, convocado a seguir un rastro de lectura, dice lo propio. Al final del relato, todos los personajes implicados ponen a prueba su visión progresista.
Entonces, al cerrar la página, el autor tiene su futuro asegurado. Hasta una nueva historia.
Abrazo.
Seré sincero, al principio no estaba entendiendo el hilo de la historia, pero ya lo fui tomando. Me gustó, y me gustó también encontrar a alguien que tenga gusto por la escritura. Es mi primer comentario en este sitio, del que creo que no me despegaré.
Un saludo.
Cuentos Bajo Pedido: Gracias!
Sonia: Por eso, "haz el bien, sin mirar a quien". La gente de Puebla es linda, en mi experiencia; hasta me pude haber casado con una chica poblana, hace tiempo. Uno pues.
LUIS TORRES: Nada se agradece tanto como una apreciación sincera porque sí, el fin último de la literatura, es sorprender, más no olvidemos que un final abierto o inesperado, pero mal escrito... es peor aún. Saludos
jess: Diablos con vestido azul, sí. ¿Cuales recuerdillos? Es ficción :P Las carcajadas del tío dentro de la tumba llegaban hasta sus oídos, sí.
Besos.
¿Cual yugular, si se fue forrada la señorita? Quién sabe, si era poblana chance sí rezaba sus rosarios en el after, ¿no crees? xD ¡Pues claro que le salió barato! Un beso.
MauVenom: Ni duda cabe que, lo más importante en estos casos es saber cuando parar, nomás que esta mujer cantaba la de "no pares, sigue, sigue; no pares, sigue, sigue" con singular entrega :P Un abrazo.
Ivanius: Fíjate que a mí se me hace que la única con el futuro asegurado desde el principio fue Ana: a Pablo le costó tiempo darse cuenta que no se podía tragar pinole y chiflar al mismo tiempo. Un abrazo.
Damián Neri Osorio: ¡Bienvenido! Me gusta que no sea fácil, como dices, agrarrar el hilo y que, aún así, te agradara. Pues por aquí nos veremos seguido entonces, ésta es tu casa. Saludos.
Los poblanos??????? se los cogió? Pinches poblanos! son los más cerrados, les decimos pipopes (pinche poblano pendejo), jajajajaja, digo! soy mexicana y me fascina Puebla, la airosa, pero su sociedad es cerrada. No me vayan a pegar, esa es la verdad. Pero me fascina Puebla.
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