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03 agosto 2010

Prólogo de un silencio




“Dicen que estoy loco. ¡Pardiez!, ojalá estuviera loco.
Sólo soy una simpleza mortal en un mundo increíble”

Mis ojos se abrieron temprano, en un sopor incierto. Sudaba a borbotones y la oscuridad me ahogaba pero me asfixiaba más el silencio que tenía que ser cortado por el silbido de mi pecho, extraído de las entrañas mismas de mis pulmones. La pesadez del sueño y la fatiga no me permitían moverme pero ya no soportaba estar acostado. Esa posición me anulaba en la cruel cama matrimonial vacía. Nadaba en un profundo realismo oscuro, lleno de nada; y luego volvía a percibir la falta de aire y el sonido de las inexorables manecillas del reloj.
Cuando me levanté hube que tocar el suelo frío con los pies que tanto rogaban descanso. Encendí la luz y busqué, como desesperado, mi inhalador. El cielo se teñía de un azul más claro que anunciaba la bienvenida de un nuevo día. ¡Qué carajo hacia despierto tan temprano!, hubiera preferido haber muerto en la madrugada. Cogí la estúpida cajetilla de cigarros que descansaba -siempre descansa- en el viejo buró y abrí la puerta de aquel cuarto ajeno a mí.
Comencé a fumar y el caer de la lluvia me hartaba. Hubiera preferido los hilos de luz solar que queman la piel y hieren la pupila. El cigarro soportó once inhalaciones y tuve que tirar la colilla, aún encendida, en un charco pequeño del patio.
Coloqué el inhalador en mi boca y presioné: una, dos, tres veces; cuatro. Sentí rápidamente la dilatación de mis bronquios y el sabor amargo. La respiración se hizo más fluida y relajada al mismo tiempo, propia de un suspiro.
Acudí al baño. Utilicé el lavabo: cepillé mis dientes y lavé esa cara desconocida. A esta edad eran notables las marcas de una noche de dulce diversión. Un mechón de canas al frente anunciaba la proximidad no de la vejez ni de la muerte sino de la pérdida de la juventud que cada día se aferra más pero pierde credibilidad al notar la desazón de sus días. Los días sin su piel, sin ella.
Tomé el café negro con otro cigarro alrededor de las siete y treinta. Esa soledad, solemne soledad, me volvía ajeno a todo lo que me rodeaba. Sentía cierto miedo por el clima frío, por ese suelo húmedo, y las manchas de la pared. El mundo se cerraba ante mí. Recordaba, lleno de tristeza, su terrible infidelidad. Pensar en su vientre profanado por otro hombre aquella misma tarde en que hicimos el amor. Imaginar su cuerpo mancillado por unos dedos ciegos de erotismo y vacíos de comprensión. ¡Ojalá tuviera valor para actuar de la misma forma!
Encendí el televisor y el tipo de las noticias blasfemaba con respecto al clima. Después, uno más hacía alarde amarillista sobre las horas de violencia que se vivían en el mundo. La taza soportó un sorbo más pero el cigarro aún seguía encendido. No comprendo cómo de pronto me sentí orgulloso de mi recia cara, de mis facciones toscas, de mi cuerpo maduro e imponente, de mis ojos serenos y mi respiración atroz. Y la enorme noche, ahora tan distante. Con ella, sin ella. Con sus uñas, casi garras, aferradas a mi piel. Con sus senos grandes y redondos bañados en sudor, fulgorosos en la oscuridad, agitándose serenamente, poseída por mi sexo y gritando esas cosas que tanto me excitan y me llevan al orgasmo sin que nadie la escuchara en la inerme noche.
Ahora, con la respiración más grata volvía a mi regazo, a mi cama matrimonial abandonada, a nadar en la nada. Pero el desierto ahora está repleto de su cuerpo, de su carne. El silencio se rompe con el recuerdo de sus gritos y vuelvo a poseerla entre lágrimas y gemidos. La estrujo con mis manos que buscan sus formas en ese cuerpo helado e inmenso; con estos dedos que tanto daño le hicieron, que la llevaron hasta la muerte.



J. Andrés Herrera Aceves
19/09/08


10 comentarios:

Pelusa dijo...

J. Andres:

Me gusto mucho tu historia. La desazon, las sensaciones, el tempo, el final (in)esperado. Pero lo que mas me gusto fue el titulo. ¡Acertadisimo!

Saludos!

QUANTUM dijo...

"...una, dos, tres veces; cuatro..."

MauVenom dijo...

La pasión es un fuego que se debe usar lento y bajo

de otra forma, más intenso lo destruye todo empezando por el que lo enciende. Uno mismo, regularmente.

Claro que es teoría

- - -


J.Andrés

Gracias por acercarte a EyL para pedir un espacio y aunque tu computadora te hizo pasar un susto en el momento importante aquí estás compartiendo letras.

Nos seguimos leyendo. Abrazo

J. Andrés H. dijo...

Mil gracias por el espacio. Lamentablemente no pude compartir (ni terminar siquiera, probablemente se perdió lo que tenía) el cuento que pensaba.

A pelusa:

Gracias por leerme. Comparto la tesis sobre el título y me parece que la obra es muy cruda; sucede tan rápidamente que parece el prólogo, precisamente, de la introducción (¿?)...

A Quantum:

Agradezco tu lectura pero el comentario es muy ambiguo. ¿Mala redacción?, ¿pésimo estilo?, ¿te agrada que lo haya utilizado así?, ¿simplemente esa parte se quedó en ti?

En lo personal, me gusta mucho. Este cuento surgió hace como dos años y si ahora no hago cuento, en ese tiempo menos. Hoy ya le hice las correcciones que considero "buenas" a partir de críticas, mis estudios y las experiencias vitales, pero esa línea nació así "una, dos, tres veces, ¡cuatro caray!"... como me gustó la manera tan coloquial de manejarlo y la forma despreocupada pero íntima en que el personaje lo dice, decidí conservarlo sólo que sin el caray, sin el signo de admiración y el punto y coma. Así no sólo conservé la idea sino que la adapté más a la formalidad de mi personaje. Me gusta.

A MauVenom:


Primero te doy mil gracias por obsequiarme el espacio; segundo, mil gracias por permitirme publicar aunque me atrasé y no envié el texto a tiempo; tercero, lamento no haber presentado el texto que quería... en verdad iba algo interesante. Por otra parte, te comento que este textucho lo publicaré en una revista que se llama "La Piedra", de Cuernavaca. El 21 sale el 6o número y la presentación será acá, igual no es muy movida pero la puedes encontrar en diversos lares del DeEfe. En su blog verás los sitios (http://revistalapiedra.blogspot.com/). En el quinto número publiqué un poema que se llama Fuego con el pseudónimo José Jaramillo (igual saldrá el prólogo de un silencio), ese poema es afín a tu comentario sobre la pasión, el cómo manejarla y ese descontrol, lo puedes leer en mi blog. Me gustaría mucho volver a participar con ustedes. GRACIAS TOTALES! (a la Soda Stereo)

marichuy dijo...

Andrés

Llego tarde (con la lluvia la energía eléctrica falla mucho por esta zona de la ciudad).

En fin. Muy interesante tu forma de abordar un par de temas tan universales como inabarcables: celos y soledad. Te leo y recuerdo alguna historia de la vida real (cercana a mí) y vuelvo a preguntarme lo mismo que entonces ¿Será que con la muerte del causante de nuestro dolor, éste, el infierno de los celos, deje de quemarnos? O por el contrario, para lo único que sirve es para reforzarlo y a la mutarlo, al pasar del infierno de los celos al reino de la soledad insondable?

Saludos

Ivanius dijo...

Retrato de un círculo vicioso: doble sacrificio a ambos lados de los celos, y un reposo que no parece serlo tanto. Como resonancia, permeándolo todo, la soledad.

Saludos.

NaTaLia dijo...

Una mujer fatal que siempre circuna una ciudad o varias camas matrimoniales.

Unos celos de un hombre fuerte con llaves en los bolsillos de cada una de las llaves de las libertades de la mujer.

Un final esperado realmente, pero un buen final.

(Es la primera vez que leo el blog, hay cosas muy interesantes, felicitaciones)

Natalia

Huelealunamojada.blogspot.com

J. Andrés H. dijo...

a Marichuy:

El problema con esa muerte del otro (que viene a ser uno; la proyección de nuestro bizarro entendimiento en ella-él) es que uno deja al muerto en sí mismo. Nos pudrimos, llega la hediondés. En cierto poema reciente del tipo más bien hiperpersonal decía que "Jamás he roto corazones, pero el mío ya lo eché a perder. Está podrido".

A Ivanius:

Me encantó eso del doble sacrificio. Verdaderamente se necesita ser un HOMBRE (o MUJER) para entregarlo y perderlo así; obviamente pensándolo desde la visión enferma de nuestras humanas mentes... jajajaja ¡no soy un psicópata!

A Natalia:

Sí, es un lugar común e igual el final. Me encantan los lares comunes pero, ciertamente, en ese tiempo (cuando lo escribí) no me gustaban las escenas así. Difícilmente sé plantearlas hoy y antes menos. Las llaves de cada cerradura. Habría que llamarle a un cerrajero que nos abra el corazón, la cabeza... ¡LOS TESTÍCULOS! para no ser impulsivamente animal y lograr tener una verdadera noche de "dulce diversión", pero ya no sería humano esta simpleza mortal. Qué chido que conincidiera tu primera visita con mi texto, es el único que he publicado aquí.

A todos, ¡gracias por leerme!

QUANTUM dijo...

Qué tal Andresk !!

Yo soy el felino de este blog, por ahí tengo mi campamento, jojo.

Me ha agradado tu invitación a interactuar y me gustaría contestar tus interrogantes sin embargo por el momento no me es posible; si me descubren los cocofantes seguro me mandan al sótano. Es por eso que no me va a ser posible extenderme hoy.

Pero quiero pedirle un favor: Si llega a postear de nuevo que en el texto existan dos manzanas y el sonido de un CUAK (como hacen los patos). Yo procuraré estar en primera fila.

Sin más por el momento, le deseo disfrute el día.

Mariano Magnifico dijo...

Buen relato. Buenas descripciones. Me sentí observando al personaje fijamente aquella mañana al despertar y moviéndose esclavizado por la rutina y el anhelo de un pasado dichoso. Me gustó mucho, en serio. Sería un honor que visitara mi jardín.

Voy a seguir leyéndote.
Abrazos.