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28 enero 2010

pesca en tres tiempos





Primer tiempo. Antes de mirarle a los ojos –algo fundamental para saber si un hombre le gustaría o no-, lo primero que llamó la atención de Ana, fueron sus manos. Las podía admirar desde su apartamento situado en el tercer piso del edificio frente al cual, cada sábado, se instalaba el tianguis de pequeños productores y distribuidores de alimentos frescos, y en donde él –aventuraría ella- debía reinar por sobre los demás varones. La mañana de su descubrimiento, una como tantas otras, abrió la ventana con la intención de medir la temperatura ambiental. Escéptica como era, le resultaba más confiable ese simple tanteo que el pronóstico del clima del noticiero matutino. Fue en ese momento, con medio cuerpo de fuera, cuando sus ojos dieron directamente con las manos del hombre que, en la acera de enfrente, rebanaba un gran pez con movimientos firmes y precisos. La fuerza con la que sostenía el mango del cuchillo, mientras la filosa hoja de acero atravesaba de un solo tajo el cuerpo inanimado del lo que parecía un salmón, le resultaba tan hipnótica que por unos minutos casi olvidó su desnudez a medias; sólo recobró consciencia de la misma, cuando una repentina ráfaga de viento le erizó la piel, obligándola a resguardarse e interrumpir su goce contemplativo. Mientras frotaba sus brazos para darse un poco de calor, apenas podía creer que sólo hasta ese momento hubiese reparado en él, siendo que su puesto daba exactamente a la ventana por la que a diario se asomaba para tantear el clima. Pero… todo fuera como empezar, se dijo, y a partir de ese día, cada sábado, hubiera o no necesidad de evaluar el estado del tiempo, se acomodaba tras las cortinas para deleitarse con los viriles movimientos del vendedor de pescado, cuyo atractivo rostro ya había descubierto en algún momento de su pequeño ritual voyerista. Así se sentía, como un voyeur: oteando a hurtadillas al objeto de su deseo; cuidadosa de no ser vista por los transeúntes ni la clientela de él. Pero no era sólo el disfrute de ese pequeño placer culposo, que se saborea mejor en solitario, lo que la orillaba a permanecer escondida, en vez de salir de su casa y comprarle lo que fuera, con tal de mirar de cerca al sugestivo hombre. Había otra razón menos hedonista: odiaba el olor de los puestos de pescado. Cuando era niña, su padre gustaba de llevarla consigo en su paseo semanal por el mercado municipal de pescados y mariscos. Y de no ser por la gran devoción que sentía hacia su progenitor, Ana no habría aguantado semejante suplicio. Nadie imaginaba la sensación tan desagradable que le producían los aromas y la sola visión de la mayoría de las especies ahí exhibidas; en especial los pulpos, unos animales grotescos y repugnantes que ella jamás podría comer, decía para sí, la pequeña de ocho años y enormes ojos redondos.

Segundo tiempo. Dicen que a veces, basta una fracción de segundo para dar un giro al derrotero de nuestra existencia. Ana no creía mucho en semejante sentencia, pero al séptimo martes de engolosinarse con los brazos, manos y rostro del pescador (como había decidido llamarlo), mientras despotricaba contra los devaneos de un par de rubias que ya no sabían cómo llamar la atención del dueño de sus fantasías, no se percató que había salido de su “escondite” quedando expuesta, hasta que de pronto, en algún respiro a sus despotriques, horrorizada, lo vio levantar la vista y dirigirla directamente hacia su ventana. Qué vergüenza, se dijo en voz alta; ya se dio cuenta que lo espío. En medio de su auto-recriminación ante su descuido, por poco y no nota la sonrisa que él le dispensaba justo en ese instante. Pero lejos de sentirse halagada ante tal muestra de cordialidad, su molestia creció aún más… seguro que éste, se ha de sentir el tipo más deseado, el sex simbol de tianguis sabatino; mientras yo, debo ser la más patética de las mujeres del barrio. Hecha un manojo de emociones e ideas contrapuestas, en cuestión de segundos pasó del autoflagelo a la actitud decidida. Si la voyeur ya se había dejado ver, el rito perdía gran parte de su encanto y ya no disfrutaría igual el mirar furtivamente al apuesto hombre. Sólo quedaban dos opciones: esconderse y no volver asomar la cabeza en los días sábado; o bien, ir directamente hasta el puesto del susodicho y comprarle un kilo de salmón, en un intento por reivindicar un poco la imagen de mujer patética que acababa de mostrar… 
    
Tercer tiempo. Mientras bajaba las escaleras, presa de una gran ansiedad, Ana podía sentir su corazón bombear con gran fuerza y a sus rodillas temblar ligeramente. Al llegar a la salida del edificio, por poco da marcha atrás con rumbo a su departamento y así terminar con su inesperado ataque de valentía. Total, después de ser descubierta como la voyeur medio enamorada del vendedor de pescado, ya nada podía ser peor; amén de que por más atractivo que fuera, él no justificaba semejantes trotes. Pero no; no desanduvo el camino; respiró hondo, abrió la puerta de la calle y se encaminó en dirección de la acera de enfrente. No recordaba haber tenido más nervios al cruzar una calle, ni sentirse tan expuesta, aún así, apuró la poca distancia que la separaba del mostrador donde los redondos ojos de salmones y guachinangos parecían contar sus pasos...

-“Hola, buenos días, dijo una voz algo ronca y, sin esperar respuesta, completó ¿va a querer salmón, está buenísimo? Aunque más que venderle algo, preferiría saber que vino a devolverme la sonrisa de hace un rato. Mire que he esperado por este momento durante meses; desde el primer día que llegué a este sitio, la descubrí sacando la mano y la cabeza por la ventana, como si quisiera aprisionar al viento… un día, por poco me llevo un dedo por estarla mirando mientras maniobraba con el cuchillo… pero le aseguro que he sido muy discreto en mi dedicada contemplación…” Él seguía con el puntual recuento de todas las locuras que ella acostumbraba hacer los sábados por la mañana, incluida su manía de andar a medio vestir (o a medio desvestir). Ana lo escuchaba muda, sin poder evitar sentirse un tanto decepcionada. Saber que ella nunca fue la voyeur de él, sino el objeto de su voyerismo, le parecía una mala ironía. Estaba a punto de irse sin comprarle nada ni devolverle sonrisa alguna, cuando él interrumpió su largo monólogo confesional e inesperadamente comentó: "el salmón en salsa de cítricos es mi especialidad… lo mismo que el pronóstico del clima; como pescador, por necesidad he tenido que aprender a prever lluvias y soles… mejor que los meteorólogos de la Tv…"

...........

Comieron salmón en salsa de cítricos y el resto de la tarde, lo dedicaron a elaborar distintos escenarios climáticos para los días por venir…



grabado pescadores de salmón, tomado de http://www.enverde.net/

36 comentarios:

Ivanius dijo...

Jajaja... buena pesca, ese ritual en donde el instinto transforma al pescador en pescado.... y viceversa.

Yo prefiero el salmón en salsa de cilantro.

Abrazo en ayunas.

QUANTUM dijo...

Con buen sabor

Marichuy, buenos días !!

Me hizo sonreir y he disfrutado la lectura.

¡¿Cuántos tiempos deben pasar antes de percibir los detalles...y disfrutarlos?!

El deselance de este relato, si cabe decirlo, deja a uno con buen sabor de vista.

El día ha iniciado, simplemente sonriendo.

Marichuy, disfrute el día !!

malbicho dijo...

muy rico, mezcla justa de acidez y dulzor para el aliño de estas letras

llenaste de olores mi pantalla

=)

saqysay dijo...

Guaaa!, que genial.
Ese juego del gato al ratón o viceversa, entretiene a más de alguno.

Siempre es un placer leer
tus escritos!!

emilio dijo...

Gran relato, ameno y divertido... felicidades por tu obra.

Un abrazo desde mis noches blancas.

La abuela frescotona dijo...

MARICHUY, MUY AMENA HISTORIA DE UNA SEDUCCIÓN, LO RARO, ES QUE SEA CON OLOR A PESCADO.
ABRAZOS AMIGA

Maika dijo...

Marichuy,
una historia con un desenlace inesperado...y deseado.:)
Como "voyeur aficionada" de la vida, he de decir, que confirmo que da mucha rabia cuando dejas de ser invisible y te rompen la magia o el ensimismamiento en que te encontrabas.
Mis felicitaciones y siempre me dejas con ganas de leer más.
Besosssssssss

Ju dijo...

Me encantó.

Qué delicia el voyeurismo.

Qué rico el salmón.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

una de verdad hace cosas bien locas para hacerce notar... o no notar, pero de que son locuras no queda duda, el amor o el sentimiento parecido a eso que nos hace actuar tan diferentes de lo que solemos ser, se disfruta mucho gracias!!

besitos nena

JP dijo...

-- a que rico! Mira que la vida tiene esos olores y sabores en cada coincidencia que es conocer y amar a la gente, todo delicioso, gracias por este platillo Marychuyita!

jess dijo...

Varias, varias cosas por comentar caray!!

Primero que nada:

Recordé todos esos fines de semana cuando mamá me llevaba al mercado, y veía el lugar donde estaban ubicados los mariscos... con todo ese hielo y esos bigotes en las truchas o ve tú a saber qué diantres eran ... jijiji...

Todo el ambiente y la algarabía de la gente..... es.... de las cosas que caray más tengo grabadas en mi mente...

Por otra parte, cuando leí "pescador"... caray, caray, hay un cuento que no logro encuadrar.... Me tendrás pensando todo el fin de semana!! :D

Ahhh los rituales pasionales.... cuando no son grotescos y repugnantes, suelen resultar una delicia... de mar.

Saludos linda!!!

Canalla dijo...

Me gusta mucho el salmón; será que, como en su estado natural deben ir contra corriente para sobrevivir, me simpatizan. Como ésta pescadora tan pescada. Qué bueno que tu personaje se atreve, aún con miedo; a costa de perder la cabeza. Atreverse siempre estará entre mis palabras favoritas. Ojalá más se atrevieran, aunque a todos nos juzgaran unos atrevidos, ¿no crees? Buen relato. Un beso.

Anónimo dijo...

Hola Marichuy!
esos encuentros que comienzan de las casualidades son facinantes...

y con el paso de los dias se planea la pesca hasta lograr el objetivo...

abrazos Marichuy y buen fin de semana
=)

π dijo...

caray se me olvidó poner algo decente por leer la elocuencia del caray...
caray de jess.

aún no se porqué esta en este blog.
por lo demás Marichuy tus textos y los de otros siempre me dejan buen sabor.

como nó

(entono el caray,caray)
me he dado la vuelta por cada uno de los escribidores que escriben valga la rebusnancia caray que pongo aqui y !caray!...
aún no me quedó claro porque Jess escribe aqui

marichuy dijo...

Ivanius

Y el instinto, o los malos reflejos, convierten a la voyeur en -valga la cacofonía- voyeureada.

A mí, el salmón me gusta como sea. En salsa de cítricos (jugo de lima, naranja y limón –y un golpe de mostaza-), queda delicioso.

Abrazo

marichuy dijo...

Quantum

Huy, pregunta difícil; hay quien afirma que esos detalles se notan casi en seguida. En cambio, hay otros que pueden pasarse media vida teniéndolos delante y ni por enterados.

Saludos y gracias

marichuy dijo...

Malbicho

Gracias, no sé qué tanto lo sea este relato, pero de que el sabor agridulce siempre me ha seducido, así es.

Saludos

marichuy dijo...

Saqysay

Lo divertido viene, cuando uno se cree el gato y en realidad... es el ratón.

Un beso y gracias por pasar acá.

marichuy dijo...

Emilio

Muy amable de tu parte; gracias por leerme.

Saludos hasta tus noches blancas

marichuy dijo...

Abuela

Tenés toda la razón, a primera vista (o más bien, aspirada), el olor a pescado no pareciera ser lo más seductor.

Un abrazo

marichuy dijo...

Maika

Lo curioso es que cuando empecé a escribirlo, no tenía clara idea del desenlace que le daría a este relato.

Creo que casi todos, al menos una vez en la vida, hemos sido voyeurs aficionados... de la vida o del vecino, jeje.

Besotes y gracias por venir a leerme a este sitio

marichuy dijo...

Jules

Gracias ¿a poco le gusta ejercer de voyeur?

En cuanto al delicioso salmón, usted tiene la ventaja geográfica que nosotros nomás no.

Un abrazo

marichuy dijo...

Sonis

Antes pensaba que hacer (hasta) desfiguros con tal de llamar la atención de alguien que nos gustaba, era exclusivo de la adolescencia. Estaba equivocada: no hay edad límite para seguir haciéndolos.

Un beso

marichuy dijo...

Jota-pechocho

Gracias por degustarlo

Besos

marichuy dijo...

Jess

Ja, me imaginé a esos pescados bigotudos ¿bagres? y casi pude verme haciendo pucheros.

Hay varios tipos de pescadores, algunos... hasta terminan siendo pescados.

Un abrazo

marichuy dijo...

Canalla

Coincidimos: los seres que caminan por la vida (sea el salmón o los hombres) a contracorriente, siempre me han simpatizado.

Creo que la protagonista se atrevió, porque dejó de pensar en los pros y los contras. Al final de cuentas, en esta vida, uno siempre está en riesgo de perder la cabeza y, a veces, por cosas nada placenteras.

Un beso

marichuy dijo...

Ana

Te diré que a veces, la pesca no sale como uno la pensaba; lo que no necesariamente (como en este caso) significa que no resulte un deleite.

Un abrazo

marichuy dijo...

π

Gracias por tu comentario

Saludos

Jo dijo...

Tengo un miedo irracional (tengo muchos, pero al menos algunos publicables) pero de mis traumas generales esta relacionado con ciertos peces...
pero esta combinación en tres tiempos es un manjar sobre todo porque lo mejor de saborear algo es casi cuando o se cuece lento o se toma uno el debido tiempo

no sé si me di a entender pero no ha sido tan malo llegar casi al último¡ :P

codiciar de lejos a veces resulta grato y no es necesario estar apostado en un balcón, en una escotilla de algún camarote o bien sentado en algún tronco esperando.

:D

Fernando García Pañeda dijo...

Mis padres tenían una pescadería, y aprendí casi todo lo que hay que aprender sobre el pescado; incluso a que me guste su olor (como el olor de los puertos), y si hay un mercado de pescados en la ciudad que visito, no puedo dejar de pasear por entre sus puestos.
Ah, pero qué manera de desperdiciar un buen salmón: con salsas... en vez de comerlo sin más asado o a la plancha, para saborearlo en condiciones. Al menos, sirvió para elaborar escenarios climáticos; y eso redime cualquier "culpa".
Qué suerte ser objeto de voyerismo... lo que unas no quieren otros lo desean ;D
Rítmico y tierno me ha parecido.
Abrazos.

MauVenom dijo...

Lo platicamos hace tiempo en un post tuyo... te confesé que soy un aceptado voyeur y que bien lo puedo combinar con algo de hipócria exhibicionismo

tu historia me refleja un erotismo delicioso (o me proyecto), es uno de esos capítulos que a todos en algúno momento de nuestra vida nos ha tocado vivir y que nos harán sonreír siempre que miremos para atrás

me gusta esta historia sin futuros largos y con una esperanza de presente completo y satisfecho.

Buen provecho... y beso.

marichuy dijo...

Jolie

Je, bueno sin duda hablamos de peces distintos. Por otro lado, en su mayoría, los miedos son irracionales; en esta característica fundamentan su existencia.

Eso dicen los chefs, que lo mejor de la vida debe cocinarse a la temperatura precisa: ni muy elevada pues apresuraría su cocción, con el riesgo de quemar el platillo; ni tampoco a fuego demasiado bajo, porque se corre el riesgo de echar a perder.

El voyeur, me parece, codicia sin mucha esperanza; un poco como lo que decía Sándor Márai sobre las pasiones desesperadas:

"Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables, comercio de insignificancias"

marichuy dijo...

Fernando

No sabía de tu cercana relación con los puertos, la pesca y los pescados. El olor de los puertos, el olor a mar -en especial el mar frío-, a mí también me seduce.

Sucede que en México no tenemos Salmón, todo el que comemos es importado: el fresco, mayoritariamente de Chile o de Noruega (y el ahumado, también del país nórdico o de Nueva Escocia); por lo que su frescura es muy relativa y después de un tiempo congelado, pierde un poco de sabor. Asado a las brazas, sin duda es delicioso. No obstante, debo defender a "mi pecador" -jeje- y asegurarte, por experiencia propia, que con un poco de jugo de naranja (y un toque de mostaza dijon), el sabor del salmón se potencia.

Un abrazo y gracias por pasar acá

marichuy dijo...

Mau

Je, lo que no me habías comentado era lo de tu gusto por el exhibicionismo disimulado. En cuanto a lo de voyeur, creo que todos lo somos.

Con el erotismo sutil, pasa lo mismo que con la belleza ídem: hay que tener cierta sensibilidad para saberlo apreciar.

Un beso

Pelusa dijo...

Que bien, Marichuy! Me hiciste flotar con los vaivenes de las emociones de esta cazadora-cazada. Y, aunque suene cursi, gracias por el lindo final. Lo disfrute mucho!
Besos!

marichuy dijo...

Pelusita

Nada como flotar en esos vaivenes voyeristas, digo yo.

Y sí, creo que es el primer happy ending de mi vida relatora; hasta me sentí extraña.

Un beso