Por Lidia
Todavía recuerdo el aroma de tu fragancia el día que nos conocimos.
Todavía recuerdo que ibas vestido con una prenda azul.
Azul que te quiero Azul, no más.
En ese entonces, había aprendido a reconocer a las personas trascendentes en mi vida si el primer día que estuviéramos frente a frente, hubiera algo azul de por medio.
Ya había conocido anteriormente a tres hombres, increíbles, encantadores, que llevaban puesta una playera o camisa azul el día que nos conocimos.
Tú fuiste el cuarto.
Y dado que mi número favorito es el 4, realicé todo tipo de especulaciones acerca de las señales del orden cósmico.
Nunca pensé que serías alguien de quien yo llegara a enamorarme, pero supe desde ese momento que serías alguien trascendental en mi vida.
Creí que serías una aventura de una sola noche, un lindo recuerdo para alimentar mi alma y darme elementos necesarios para autosatisfacerme en mis noches frías y solitarias.
Pero no fue así.
Eras tan irresistible y arrebatador, que podría jurar que no hay mujer que te haya besado que no se haya enamorado de ti.
Contigo aprendí a no jugar con fuego.
A no creer en mi capacidad de control sentimental y emocional.
A no creer más en tontas y ridículas coincidencias que me hicieran pensar en mensajes celestiales.
Alguna vez me dijiste: "Eres como mi mejor amiga, a quien le cuento todo de mí y además a quien puedo besar.".
Yo fui feliz esa tarde, porque entendía que además de nuestra increíble empatía intelectual, yo que no soy una mujer estética, te incitaba a la lujuria.
Tú que iniciaste viéndome como una mujer más de tu lista, me fuiste tomando aprecio y cariño, los cuales forman parte imprescindible de mi vida en este momento.
Yo que inicié viéndote como una coincidencia numerológica, me fui obsesionando con tu virilidad y soñando con tus caricias efímeras, las cuales forman parte de mi vanidad femenina y de mis sonrisas idiotas mientras voy por la calle.
Pero hoy sé que tú no necesitas el placer que yo te pudiera ofrecer.
Tú necesitas a la amiga confidente y empática.
Yo necesito tu amistad, pero de igual manera necesito el placer que me haga sentir plena como mujer.
Aunque no me lo digas para no herirme, sé que no soy tan buena o explosiva como las demás mujeres que comparten tu cama, pero me queda la satisfacción de saber que: "Nada envidio a la voracidad de tu amante más letal, ella espera tu fatalidad, yo pretendo lo inmortal....".
Tú que no sabes de la existencia de este diario, no sabrás nunca cuántas letras, sueños y fantasías te dediqué.
Ésta es la última carta que escribo para ti.