Por MauVenom
Pensamos en silencio como ausencia pero puede ser espacio, no que falten palabras sino orden, incapacidad para describir el cuadro, compromiso (intuitivo) de mantener el plan secreto.
Se disipan los recuerdos y queda un documental inútil, dejé de preguntar a los hombres y hablo ahora con los miembros de una secta clandestina.
Sigo aquí.
Renuncié al enunciado pero no a las letras, si se puede. Descubro un poder auditivo que a cambio me ha quitado la tercera dimensión y como viejo hermeneuta ordeno glifos cuando mi espíritu ya sólo ocupa señales e ideogramas.
Tengo en mis manos la llave de una puerta a la que no encuentro combinación.
Me voy convirtiendo en lo que no es yo; eso para razón de los que aguzando la vista perdieron horizonte, me oirán con una mano en el pensamiento y la otra inmersa en la fuente de los elementos, a ellos un gesto cómplice que extrañamente sale simple y no retorcido por intereses de un mundo que me queda incómodo.
Escribo para mí y para el que no conozco. Aprecio el silencio y la distancia, mi nuevo espacio solitario, tan lleno, eterno.
Más que nunca estoy del otro lado del agua o el reflejo, no puedo volver, lo he dicho antes y tendré que repetir mañana.
Mi silencio no es ausencia, es aliento.