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11 octubre 2013

¿Dónde? / Oliverio Girondo






Por Oliverio Girondo




¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asombrado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?

No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.

No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.



23 septiembre 2013

A quien no sobrevivió al naufragio


Algo tiene el mar.
Sus orillas arrojan un destello, 
no el mismo de las tardes soleadas, 
intactas y diáfanas.
Algo que sus aguas pronuncian impasibles,
con la indiferencia de a quien
no le importa el tiempo.
Si al menos nuestros huesos fueran eternos,
podríamos descifrar su lenguaje

y con denuedo resistiríamos al embate de su furia.

19 septiembre 2013

ENTONCES

Las ventanas se cerraron
Quedaron incrustadas en tu piel
Tu mirada  aceituna podrida
Repitió el fin de tu voz…


Viví amando la nada,
                                           ¿Entonces punza el vacío?

Nada existe, vive en mis ojos
Estos que miran los verdes gigantes
De un futuro incierto, de la venida del mar
Hartos de lluvia y de sal.


                                             Las plumas azules

Hieren mi espalda
Gotas de letras  resbalan
Tatuando los huesos de mis vertebras

                                            Libertad empieza a doler

Mis sueños ya no están bajo tus pies
Aprendo en nuevos cielos
El sabor del viento
Derrama paz  en mi garganta


Estas piernas, jadean
cada pétalo del universo
las raíces de mi vientre crecen
                                   ansiosas...



                                         Revolcando mis sudores en cada nube
                                        Tragando la tierra, huella de mis pasos




12 septiembre 2013

Panem nostrum quotidianum



En la esquina de la cama hay una telaraña
donde una mosca - como un fruto seco-
desaparece lentamente entre edredones mortales

La araña la envuelve rápida y profusamente entre sus hilos transparentes,
se soba la pancita y da dos vueltas hacia abajo en su montura
como si trajera un equipo incluido con arnés y vértigo controlado

Se desliza como un patinador profesional, sobre esa seda con gran espíritu campesino,
pareciera bendecir eso que a punto de engullir le ha caido del cielo.


02 septiembre 2013

P. M.



por Ivanius

"¿Madura la tristeza?" Esa fue la pregunta, allá junto a los libros, como a veces se fraguan las ideas.

Urge saberlo, tras de que tantos y tantos textos consagran la decrepitud, el odio y el desprecio, los exabruptos jamás contenidos, los debates que no buscan aprender sino abatir, como si hablar sólo pudiera hacerse por oposición y el otro no fuera partícipe de la misma conversación, de la misma ansia, de la misma búsqueda, sino un objetivo para jugar tiro al blanco.

Sufrir como inseparable gemelo para la dignidad. ¿Es posible, cuando lo indigno es descubrir
—con dolor— que la dignidad parece moneda de cambio, devaluada en la marea de la oferta y la demanda? "No te preocupes: si sabes escribir de lo que sufres, y lo haces bien, tal vez hasta logres un best-seller."

¡Qué imagen! Revestirse de tristeza para sobrellevarla, caer por impulso propio al suelo: no buscando aprender de la caída, sino atormentarse. Sanar por sobredosis.

Todo el bullicio mental se convierte en arruga que el café
—amargo y sin cortar— disimula. Luego el hombre al final de la barra deja junto a la servilleta, húmeda de tinta, el importe exacto del cruasán con exprés, y desaparece con el sol como su sombra.

"P. M.", relato de Ivanius. Texto: © Chanchopensante.com Imagen: Fallen leaves, tomada de Wikimedia Commons.

22 agosto 2013

Nocturno mar / Xavier Villaurrutia








Por Xavier Villaurrutia


Ni tu silencio, duro cristal de roca, 
ni el frío de la mano queme tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido; 

ni la herida profunda, ni la sangre
que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;

nada, nada podrá ser más amargo
que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo Edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.

El mar que sube mudo hasta mis labios,
el mar que me satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.

Mar sin viento ni cielo,
sin olas, desorientado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.

Mar que arrastra despojos silenciosos,
olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.

Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores 
de corales arterias y raíces
y venas medusas capilares.

Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos y nervios y tensos cordones.

Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza 
de su marca oscura.

Mi oreja sigue su rumor secreto,
oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.





Texto obtenido de Los Poetas
Imágen tomada de Internet



08 agosto 2013

Querido:

Querido:                    


Extraño cocinar desnuda frente a ti, sentir tu mirada que me seguía en cada movimiento, tu aroma de mueble viejo y esa maldad tan tuya que me hacía derretirme en cada beso.

Seguro pensaras que no paro de quejarme, y tendrás razón no en vano has tenido el placer de jugar con mi vida a tu antojo, de acostarme bajo tus costillas cada vez que tenías ganas de saborear mi cuerpo, como extraño ese tiempo en que mis rotundos no eran eternos sí que murmuraba en tu oído cada vez que apretabas mis caderas contra ti.

Recuerdo las tardes calurosas en que corríamos a casa a revolcarnos entre las sabanas, muriéndonos de calor y apenas jadeando de tan asfixiados que quedábamos, de tan felices al obtener el placer de poseernos.

Tengo tantas preguntas, sé que donde te encuentras, estas lo más seguro, y espero que cuando leas esta carta te de la misma urgencia de querer estar juntos, pues como te lo he dicho, estas piernas solo se abren ante ti.
¿Por qué  carajos tardas tanto?  



Con deseo V.


05 agosto 2013

Para Viridiana


Por Aparicio.




Para Viridiana yescas.
I.
Me canso de los tranvías
de los urbanos
con su repelente humo
                       de habano
me aburro de vivir,
ser aparentemente normal
sin tener valor de decir
que  mi esófago es  mutante
o contarle al  mundo
de aquella ruptura
de mi cubito y radio 
de  la  infancia
o de aquella  manía 
por el porno argentino.
Me canso de los lunes
y odio  los domingos
aunque son días de sol. 








Imagen tomada de Internet.