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05 marzo 2012

Lo demás es feo

Por Canalla

“En la vida, lo esencial es formular juicios a priori sobre todas las cosas. En efecto, parece ser que las masas están equivocadas y que los individuos tienen siempre razón. Es menester guardarse de deducir de esto normas de conducta: no tienen por qué ser formuladas para ser observadas. En realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington. Todo lo demás debería desaparecer porque lo demás es feo…” Boris Vian (Prefacio a La Espuma de los Días)



Desprenderse de modo total e incondicional debería de ser la única virtud, el testimonio definitivo del advenimiento de un nuevo mundo donde la envidia y la codicia, que siempre vienen juntas, no tengan cabida. Y a tres años de nuestras últimas cervezas juntos, mi hermano, debo confesar con humildad mi admiración por tu inquebrantable capacidad para desprenderte de todo.

Al conocernos, hace ya muchos años, me impactó tu total desapego por cualquier persona o cosa que te atara física o emocionalmente al pasado. Empezaste a desaprender lo andado tras descubrir las fallas evidentes de cualquier verdad absoluta, de esas que comúnmente aceptamos y defendimos apasionadamente cuando éramos jóvenes.

Ensayaste después un lento y cada vez más profundo descreimiento por buena parte de lo que habías supuesto hasta entonces e incluso un día, si no mal recuerdo, me felicitaste porque nuestra amistad era la única sobreviviente a tu madurez.

Desde entonces elogio tu capacidad para desprenderte de todo, como del Galaxie 500 que, al morir, tu padre dejó abandonado en la cochera. De los libros a los que, quizá ya leídos, no les encontraste otra utilidad que la basura.

De tu primera mujer y tu hijo, archivados junto al expediente de un acuerdo extrajudicial que previó una decorosa pensión. De la casa de Narvarte cuando migraste a Polanco. Del Mustang Shelby a bordo del cual viviste tus mejores aventuras.

De cualquier otro compromiso, durante años, que no fuera el de procurarte tu ascenso hasta el Olimpo desde donde hoy, implacable, decides el destino de muchos a costa de la desgracia de otros tantos.

De tu autosuficiencia y egolatría cuando hace poco más de tres años la conociste y me la presentaste como tu prometida, convencido por primera vez en mucho tiempo de que en el futuro conservarías una razón de la cual no desprenderse nunca.

Aunque no creí que fuera para ti, y te lo dije, te entendí perfectamente porque, ¿quién podría negarse a esa contundente evidencia de que el cielo existe en la tierra? Yo en cambio he fracasado, cuando intenté por última vez esta noche desprenderme siquiera de la tentación de seguirme tirando a tu mujer.

-oooOooo-

2 comentarios:

QUANTUM dijo...

En alguna parte leí:

"Si el cerebro del ser humano fuera tan sencillo que lo pudiéramos entender, entonces seríamos tan estúpidos que tampoco lo entenderíamos"

[pixies]

marichuy dijo...

Y qué difícil nos resulta llegar a ese grado de madurez, sabiduría o no sé cómo llamarlo, de desprendimiento.

Un beso